La esperanza del 2021 es el Istmo de Tehuantepec, proyecto estrella de la administración López Obrador, del que poco o casi nada se habla sobre su impacto para el desempeño económico de México hacia los años siguientes.
Este proyecto que se encuentra avanzado y se contempla que en Septiembre del año entrante se encuentre terminado la conexión ferroviaria entre el Océano Pacífico y el Golfo de México impulsará el comercio interoceánico, y por su puesto, el interés para las empresas nacionales e internacionales asentarse en esa zona.
Además, se genera una infraestructura con Internet de alta velocidad, gasoductos y centros de investigación, para que las empresas cuenten con los insumos que se requieren para una economía competitiva de las empresas.
El proyecto pretende intensificar las redes de transporte y consumo de energía en la región, así como una mayor articulación de la zona de mayor producción de energía del país con diferentes mercados a escala regional e internacional.
El proyecto contempla la creación de un enclave energético-industrial que mejore la integración manufacturera y el potencial exportador.
En caso de que se concreten las acciones en tiempo y forma será un polo bastante atractivo para la iniciativa privada nacional e internacional, ya que también se tendrán estímulos fiscales.
Sin embargo, la iniciativa privada le solicita al gobierno federal mayor información sobre el desarrollo para contemplar la educación que se demandará para las nuevas fuentes de empleo y para aprovechar las oportunidades que se generen con este añejo proyecto que se había pospuesto por una u otra razón.
El Istmo será una muestra de la capacidad de diálogo entre la iniciativa privada y el sector público para desarrollarlo y ofrecer un futuro económico alentador a una zona en la que tradicionalmente dominó la pobreza y falta de oportunidades locales.